La ciudad, dicen los que saben, es la mayor obra del ser humano. Concentra en un solo espacio actividad económica y social como nunca se había visto en la historia de la humanidad (y de lo cual se hablará en otra columna). Aunque existen muchos factores por los cuales llegamos hasta aquí, hay uno que ha estado ahí desde el inicio: el transporte. Los puertos marítimos impulsaron países enteros en Europa y Medio Oriente, mientras que el ferrocarril hizo lo propio en Estados Unidos.
Desde la segunda mitad del siglo XX y hasta el día de hoy, los aeropuertos se han convertido en pieza clave para el crecimiento de diversas regiones, como el caso de Zhengzheou, China, que pasó de ser una zona rural a una ciudad que contiene a una de las empresas más grandes en fabricación de smartphones con más de 200,000 empleados. El Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, que al día en que se escribió esta nota aún no se define claramente su destino, también sería un factor fundamental para el crecimiento económico regional del poniente de la Zona Metropolitana del Valle de México. Su construcción va más allá del propio aeropuerto, también implica la construcción de lo que algunos llaman una Aerotrópolis: zonas habitacionales, centros comerciales, hoteles, espacios recreativos, escuelas, hospitales, centros de empleo, desarrollos turísticos y culturales, con un valor que duplica a la inversión del aeropuerto. Un megaproyecto urbano, quizá uno de los principales en América Latina. Aunque es el sueño de cualquier Gobierno, y también de muchos mexicanos, surge una pregunta, ¿estamos preparados para un desarrollo de esta magnitud?
Más allá de la polémica del costo económico de hacer, o no, un nuevo aeropuerto, el hecho es que el Valle de México cuenta con alrededor de 21 millones de personas, quienes en su mayoría viven en medio de inseguridad, tráfico, contaminación y a muy poco tiempo de entrar en crisis de agua, algo que en cientos de estudios se ha hablado.
Sumado a lo anterior, el nuevo aeropuerto impulsaría el crecimiento de la población hasta llegar a los 30 millones en la mitad de tiempo de lo planeado, 4 mil hectáreas de construcción de infraestructura de todo tipo, con su correspondiente demanda de agua, energía, vías de comunicación, entre otros. Bienes y servicios que hoy en día son escasos para la mayoría de las personas.
En el ombligo de la Luna hemos construido una de las obras más grande de nuestra historia y el nuevo aeropuerto puede ser una gran oportunidad para continuar creciendo, pero con la política de desarrollo urbano que nos ha traído hasta aquí, es difícil pensar en los beneficios. Sin embargo, habrá grupos sociales, empresarial y académicos presentes que trabajen con o sin aeropuerto para hacer de esta una ciudad para todos.