A partir del 17 de mayo del 2019 México conmemora el Día contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, por lo que todos y todas quienes formamos parte de las Comunidades de la Diversidad Sexual (CDS) consolidamos la exigencia de protección del Estado y el acceso en equidad a nuestros derechos ciudadanos.
En palabras de Olga Sánchez Cordero, titular de la Secretaría de Gobernación: “No podemos llamarnos un Estado plenamente democrático y de derechos, mientras un porcentaje importante de la población no pueda disfrutar de las libertades tan básicas como salir a la calle sin miedo a ser agredidas por quienes son”.
En los entornos urbanos, donde se concentra la mayor parte de la población nacional, la lucha se remonta a la Ley de Sociedades de Convivencia, el Matrimonio Igualitario, el acceso a servicios de salud y sucesión en parejas del mismo sexo, la adopción, entre otras. En la capital del país vivimos la diversidad de maneras distintas y mejores a como se vive en el interior de la República Mexicana.
Conservan fuerza –aunque cada vez menor- preceptos tales como considerar a la orientación sexual homo, trans o bisexual como una enfermedad, las acciones de rechazo social, la existencia de charlatanes con terapias de conversión, los comportamientos “discretos” solicitados al diferente, los preceptos normativos de grupos religiosos ultraconservadores, entre otros. Persiste la violencia institucionalizada y el miedo a la sexualidad entre las mentes más obtusas, esas que representan estancamiento y atraso.
41 años de activismo organizado en México y miles de estudios científicos -de mexicanos y otras naciones, incluyendo las investigaciones y libros publicados por quien esto escribe- han servido para avanzar en la comprensión del género, la orientación sexual, la identidad, la ética, la diversidad, las acciones de inclusión y muchas otras.
Los resultados vividos y compartidos en varias tribunas para normalizar la diversidad sexual son positivos. Quedamos lejos de la transversalización del respeto a la elección y expresión de la orientación sexual.
México permanece en el segundo lugar global de crímenes de odio por homofobia. Decenas de jóvenes siguen optando por el suicidio ante el rechazo de sus familias. El bullying homofóbico y el asesinato de transexuales se reportan a diario. Miles de personas siguen viviendo en el “clóset”, destruyéndose a sí mismos y a sus familias heterosexuales falsas. En las empresas e instituciones siguen limitando el desarrollo profesional de quienes no son heterosexuales.
Quedan focos rojos sobre los que aún no ponemos la mirada, pero hay muchos aliados heterosexuales informando, incluyendo, celebrando, abriendo caminos. Aparecen por doquier quienes obstaculizan el avance, pero en la balanza del 2019 la diversidad sexual gana. Faltan pasos por dar. Están planeados. Los estamos dando cada quien desde su trinchera. En política participamos todas y todos.