Por: Francisco Rodríguez
El mundo no será el mismo ya. A lo largo de la historia, los humanos hemos pensado que somos los dueños del mundo. Hemos transformado el entorno a nuestro gusto. Forzamos la capacidad productiva de nuestro planeta sin límite alguno. Hemos provocado la extinción de cientos de especies de animales, al mismo tiempo que causamos un daño irreparable al planeta. Vivimos “como si no hubiera un mañana”.
¿Quién podría desafiar la inteligencia del ser humano? Nuestra presencia es intrínseca en cada rincón del planeta e, incluso, hemos llegado a los límites del sistema solar ¿Qué especie podría desafiar nuestro reinado?
Cierto es que la pandemia del COVID-19, además de los estragos que ha ocasionado, sin duda, nos deja una lección de humildad que, nos guste o no, debemos aprender. Se trata de un virus invisible, indetectable a primera vista y, que en silencio, ha puesto en jaque a nuestra gloriosa civilización. En verdad, llegó el día en que la tierra se detuvo. Llegó el día en que las fronteras se cerraron en cuestión de días y, en un par de horas, millones de personas huían a sus hogares por la incertidumbre que se avecinaba sobre nosotros.
Nunca la humanidad ha presenciado un escenario como este. El mundo no será el mismo después de este parteaguas. La naturaleza es sabia. Sus virus están presentes por doquier, ya que son una de las formas de vida más comunes. Eso lo sabemos todos desde la educación elemental. Los virus, sin armas, doblegaron a las más grandes potencias cuyo pasado glorioso, se convirtió en un microbio frente al gigantesco virus minó su existencia.
Si alguna vez pensamos que era imposible colapsar como civilización, ya contamos con una prueba en contrario respecto de la fragilidad del ser humano. Aquella fortaleza que pensábamos era un atributo nuestro, la tecnología, la ciencia y la globalización, han devenido en la más grande debilidad de la humanidad. Un virus, nos dijeron, no podía lograr una tasa de mortalidad del 5%. Un virus, decían, que únicamente perjudicaba a los ancianos. Grave error. Cálculo equivocado.
Nuestro Imperio de Naipes, tecnología de punta, gigantescas y bellas ciudades que nunca dormían. Ahora, esas junglas de concreto, vacías están. Reina ya un silencio global forzado e indeterminado.
¿Quién iba a pensar que en un par de semanas el mundo iba a cambiar de esta manera? Singular advertencia nos muestra el COVID-19, pues si bien este virus puede alcanzar una mortalidad de entre el 5 y el 10%, un próximo germen podría lograr una mortalidad mucho mayor e incluso una propagación más rápida cuyos efectos podrían ser mucho más graves para la humanidad. Ninguna otra pandemia ha tenido los alcances económicos, sociales y políticos como el COVID-19. Ninguna otra pandemia hizo que los políticos se tragaran una a una sus palabras por minimizar la trascendencia de este mal.
Las estadísticas nos muestran la fragilidad de nuestro Castillo de Naipes.