Nos invade la cultura del desencuentro.
Por todos lados se advierte cómo los esfuerzos por separar, dividir, incomunicar, difamar, se multiplican.
Hoy más que nunca, debemos defender nuestras ideas, nuestros principios, nuestras aspiraciones e ideales en pro de una “solución” que erradique el desencuentro y dé paso al encuentro como solución a la crisis.
Cuando los debates se calienten, sigue estos 10 principios
- En lugar de enfadarte, reformula:
- Descubre los valores a los que apela tu contrincante. Hay una ética común detrás de cada valor. ¿Qué marcos de referencia limitantes están implicados y cómo puedes escapar de ellos? Reformular es contar una historia diferente a lo que se espera. Funciona cuando sustituyes una imagen falsa por una verdadera.
- Echa luz al fuego, no leña:
- El propósito de comunicar es iluminar. Es ayudar a entender qué se defiende y por qué. Añade nuevos puntos de vista. Tu objetivo es intelectual: que se entienda lo que dices. Mantén la calma y explica.
- Piensa en triángulos:
Reduce tus argumentos a tres puntos clave. Si has reformulado bien, el primer punto se referirá a la intención positiva del contrincante, y los otros dos ampliarán la perspectiva.
- La gente no recuerda lo que dijiste, sino cómo la hiciste sentir:
La mejor comunicación se da cuando quien escucha se siente valorado y apreciado. Se trata de comprenderse y de compartir, de acercar a las personas. No de la brillantez de tus argumentos, sino del efecto de tus palabras en los demás. Procura ser educado, empático y claro. Al terminar, evalúate: “¿He contribuido a crear una cultura del encuentro, que permita a los demás entender mejor mi postura?” ¿Cómo les hice sentir?
- No lo digas, muéstralo:
La gente prefiere escuchar historias antes que recibir clases magistrales, y les convence más una experiencia vital que un argumento abstracto. Expón tus argumentos con claridad y lucidez, pero siempre que puedas, ilústralos con ejemplos, anécdotas o casos hipotéticos que les ayuden a “imaginar” lo que tratas de decir.
- Acuérdate de decir “Sí”:
Puedes estar en contra de muchas cosas, pero sólo porque estás a favor de muchas más, que requieren amparo y protección. Puedes decir “no” para decir “si”. Recuerda siempre señalar aquello a lo que dices “si”. No hables como un verdugo triste, sino como un ángel que trae una buena noticia.
- La compasión sí importa:
Es muy probable que la persona con la que debates haya pasado por una experiencia personal muy dura: o haya tenido algún enfrentamiento desagradable y el choque le haya dejado herido. Lo sepas o no, debes darlo por supuesto. Demuestra tu empatía, aprende a escuchar con atención, para absorber la ira y el dolor. A veces, la compasión es el testimonio más valioso que podemos ofrecer.
- Las cifras no lo son todo:
Las estadísticas pueden resultar abstractas e inhumanas.
- Se trata de dar un testimonio, no de vencer a nadie:
Las personas que cambian su forma de ver el mundo son conscientes de que sus prejuicios cayeron por su propio peso, no porque fueran refutados uno por uno. El mundo entonces parece diferente. Es lo que se llama “conversión”. Suele comenzar cuando un prejuicio o una convicción se topan con una realidad que lo contradice; generalmente esta realidad es una persona más que una idea. ¿Qué marcos de pensamiento uniforme se proyectan sobre tus ideas? Sé su contradicción en carne y hueso. Sé un testimonio en contrario. El enemigo de este planteamiento es el deseo de “vencer”, de “derrotar al adversario”. No entres en su “lógica”.
- No se trata de ti:
Tu miedo, tu timidez y tu actitud defensiva son los productos de un ego que se queja. Los nervios no son malos; la adrenalina te ayuda a estar atento. Pero el exceso de nervios puede ser la señal de que pensamos demasiado en nosotros mismos. El ego nos engaña e induce a pensar que somos el centro de atención. Si algo sale mal, ¡alégrate! El éxito no enseña casi nada, y el fracaso acaba con la falsa ilusión de que todo depende de nosotros. Examínate, aprende y vuelve a empezar.
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Fuente: Ivereigh, Austen; De la Cierva, Yago; Valero, Jack (2019). Cómo defender la fe sin levantar la voz. Más respuestas a las preguntas desafiantes de hoy. 8ª ed. Palabra. Madrid