A raíz de las elecciones del pasado domingo 6 de junio, el Ejecutivo Federal comentó que las clases medias de la CDMX se habían dejado engañar por la campaña de difamaciones y perversiones orquestadas por la oposición. El resultado, la ciudad dividida dos: oriente y occidente; Morena y oposición, respectivamente.
Lo curioso del comentario fue el énfasis en la presunta maldad radical del clasemediero, por tener aspiraciones de educación superior, de ejercer su libre albedrío… y de leer el periódico Reforma. En fin, cosas veredes, Mio Cid.
Sin embargo, me vino a la mente de inmediato una inquietud: el movimiento del Presidente, la 4T, tiene un origen clasemediero indudable. Veamos.
La independencia de España se logró a partir de una lectura eficaz de los tiempos políticos que sucedían en la Península Ibérica. Y esto sólo pudo haber sido comprendido y ponderado aquí por mentes ilustradas y preparadas que, en su momento, comprendieron la situación y decidieron iniciar el movimiento de independencia.
Hidalgo, Allende, Morelos, tenían en común haber estado en contacto con el pensamiento ilustrado, que ya desde el siglo XVIII se había introducido en México, principalmente por los jesuitas. Tenían también en su haber intelectual las ideas de los enciclopedistas franceses, acerca de que la soberanía del Estado reside en el pueblo. Esto, además de abrir oportunidades de participación política a los criollos del virreinato, le daba a los iniciadores del movimiento la función histórica de ser los “padres fundadores de la nueva nación”.
Eran los clasemedieros de su época.
Después, en el movimiento que encabezó el presidente Benito Juárez, a mediados del siglo XIX, el grupo liberal propulsor de las leyes de Reforma, que otorgaba a la sociedad civil su carta de fundación, arrebataba al clero sus prebendas sobre tierras y conciencias y fincaba el orden del Estado en un documento clave: la Constitución de 1857, estaba formado por abogados liberales de alto calibre en lo intelectual y lo moral. Su aspiración era transformar a México en un país de leyes, moderno, para dejar atrás la historia negra de los caudillos de horca y cuchillo.
Eran los clasemedieros de su época.
Luego, el movimiento de la revolución mexicana dio paso a las aspiraciones de movilidad política de los que no la habían tenido durante el porfiriato. Fue así como Francisco I. Madero, un terrateniente del norte, educado en París en las artes del espiritismo, reclamó el lugar que debían de tener los ciudadanos en un país que acusaba ya la profunda desigualdad social que la dictadura había provocado. Si le agregamos luego a los inspiradores de instituciones y de la Constitución de 1917, encontramos a los hermanos Flores Magón, Lombardo Toledano, Vázquez del Mercado, Caso, Castro Leal, Gómez Morín, etc.
Todos ellos -salvo Madero que era de clase alta- clasemedieros de su época.
Por último, si nos ubicamos en la actualidad de la 4T, su máximo líder e inspirador es un clasemediero más: con formación intelectual y política, sensible y activo participante en movimientos de lucha social y con aspiración de triunfo y poder, tal y como él mismo definió a la clase media.
Alguien dijo una vez que el pueblo no se levanta, está ocupado satisfaciendo sus necesidades más apremiantes. Se requieren líderes que les conduzcan a la reivindicación de sus derechos. Esos líderes son los caudillos intelectuales y políticos que encabezan las transformaciones, los clasemedieros de siempre.