Habemus consulta

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Gabriel Zaldivar

La Consulta Popular del próximo 1º. de agosto es hecho consumado. Estamos a unos cuantos días de que suceda y será un tema más para entretener: descalificando desde la oposición y apoyando desde el grupo en el poder. Pocos indagarán sobre su importancia.

El enfrentamiento y disyuntiva no es entre enjuiciar o no a actores políticos del pasado, como se asienta en la pregunta aprobada por las instituciones que ajustaron la idea original sobre el enjuiciamiento de expresidentes. Esa es una narrativa para consumo masivo.

La lucha es entre una democracia representativa o una democracia participativa, razón por la que muchos consideramos a la Consulta Popular como un parteaguas en la historia política reciente de México.

En la democracia representativa son las instituciones, representantes del pueblo, las que ejecutan las decisiones que –supuestamente- el pueblo toma. Así, tenemos que nos representa el Poder Judicial, los organismos autónomos, los partidos políticos en la Cámara de Diputados y en la de Senadores. ¿En verdad nos representan o se representan a sí mismos?

La democracia representativa, junto con el modelo económico neoliberal, atraviesan su peor crisis histórica en todo el mundo. Un poco menos de etnocentrismo combinado con un mayor conocimiento de lo que ocurre más allá de México nos ayudaría a entender el escenario local actual.

La concentración de grupos de poder, tráfico de influencias, dinero y corrupción en las instituciones que nos representan, sumado a su disfuncionalidad entre personas comunes, las colocó en la lista de cosas costosas e inservibles.

En el caso México dichas instituciones están tomadas por logias de poder político, económico y cultural, que viven agazapadas de los recursos asignados que nos corresponden. Un vistazo por las erogaciones de los titulares del Instituto Nacional Electoral (INE) en comidas, de las Cámaras en agua y galletas, de las mafias familiares en el Poder Judicial, de los recursos asignados a ONG´s a modo, y una muy larga lista de “placeres” e “inquietudes” nos darán las razones de esta crisis institucional. No olvidemos que las instituciones de la democracia representativa están financiadas por los impuestos (muchos o pocos) de 60 millones de pobres y otros menos pobres.

En la democracia participativa es el pueblo quien de manera directa define lo relevante, marca el camino, gestiona sus demandas a través de instrumentos como las Consultas. Democracia participativa no es Populismo hay diferencias teórico-conceptuales. La relevancia de la Consulta Popular es su carácter de plebiscito entre democracia representativa y democracia participativa.

Por supuesto que veremos en los próximos días un fuerte discurso para descalificar la Consulta Popular. Las instituciones, intermediarias de opiniones pero sobre todo de recursos económicos, se verán aún más debilitadas y exhibidas en su disfuncionalidad ante una participación copiosa. El SÍ o el NO en la consulta es lo más irrelevante.

La comentocracia mediática de siempre, los actores políticos del pasado reciente, los líderes de cámaras empresariales, entre cientos de actores que viven de la democracia representativa se manifestarán en contra. No, no les interesa el juicio a los expresidentes sino que les preocupa que el pueblo se empodere, aprenda a mostrar su fuerza y les lance en la cara un desconocimiento de su rol.