Nombre de la columna: El trecho hecho dicho
Autor: José Eder Santos Vázquez
Si bien es cierto que se considera a Sócrates como el padre de la Ética, por incluir el término moral intelectual ARETE, lo cual se entiende como aquello que hace que las cosas en general sean lo que les corresponde esencialmente ser, adquiriendo la perfección que les es propia; sin embargo la ética va más allá de entender las diferentes aristas del concepto, más bien se encuentra en cada uno de los seres humanos, al no olvidar que somos eso: humanos, con una serie de genes que nos permiten entender la diferencia entre el bien y el mal, sentir tristeza, alegría e incluso poder llorar.
Podríamos hablar de Freud e incluso desde de la fe, gracias a los mandamientos que fueron escritos en piedra por Dios y registrados por Moisés en el Éxodo, o, remontándonos a su origen etimológico, encontramos que proviene del vocablo griego ETHOS que significa acción, costumbres, hábitos o modo de ser, es decir el carácter, lo que nos remite nuevamente a Sócrates, quien la define como la ciencia del comportamiento moral de las personas en sociedad o, de manera más concreta, la ciencia de la conducta humana.
En este contexto, podemos decir que actualmente la Ética se ha guardado en el baúl de los recuerdos a pesar de los múltiples intentos de incorporarla a la vida diaria a través de los Códigos de Ética, ya sea en el ámbito privado o en el público; lo importante y prioritario es enfocar los esfuerzos a fortalecer la cultura de la ética y la integridad con la finalidad de poder alcanzar el potencial óptimo.
Esta cultura ética debe considerar niveles para su adecuado funcionamiento: el individual, el interpersonal, grupal, intergrupal e interorganizacional; cada uno de ellos entrelazados e intercomunicados, creando una estrategia donde se involucre a todos los niveles de la empresa o del gobierno, teniendo como resultado un proceso de cambio integral, fortaleciendo el actuar y trabajo de sus integrantes.
Pero ¿Hasta qué punto hemos entendido la verdadera retórica de la Ética?, referenciando a Aristóteles, que tanto hemos avanzado en inventio, dispositio, elocutio, memoria y pronuntiatio, hasta donde las palabras se han convertido en texto y el texto no ha sido transmitido de manera correcta por el orador o, en su defecto, el discurso no se ha planteado por una persona íntegra.
En resumen, para que funcione el engranaje, es imprescindible estructurar esta cultura de origen, hacer los ajustes desde el interior de las empresas o instituciones, para que, de manera conjunta, sociedad y gobierno, trabajen coordinadamente cimentando en nuestro país una verdadera cultura de lo que se ha perdido, la Ética.
En fin, el trecho hecho dicho.