Desde hace tiempo escuchamos hablar sobre los empresarios como personas sin escrúpulos, capitalistas despiadados e insensibles y acaparadores de riqueza. Son definiciones populistas que se convierten en populares, al utilizarse en situaciones de crisis económicas complicadas. Son los culpables de todos los males en este mundo capitalista que vivimos.
Hay mucha tipología de empresariado: no es lo mismo una gran empresa que una pequeña o una microempresa, no es lo mismo una corporación multinacional que una empresa familiar y no es lo mismo una empresa tecnológica o digital que una empresa industrial. Son diferentes, tienen sensibilidades distintas, problemas variados dependiendo de su sector o rubro, pero todas tienen una raíz común : se crean y se construyen para crear riqueza.
Y en su camino, sufren situaciones similares a los humanos. Nacen, se desarrollan, crecen, maduran y mueren o se transforman para seguir el proceso de la vida.
Muchas de ellas no sobreviven a este proceso. Se caen por el camino por muchas razones: por mala suerte, por decisiones mal tomadas o mal ejecutadas, por circunstancias del entorno, por cambios regulatorios o de mercado, por falta de liderazgo , por mal manejo financiero , por tener un mal equipo o sencillamente por estar en el momento equivocado.
Pero no debemos olvidar que los empresarios son generadores de riqueza para los países y siempre es más acertado por parte de la clase dirigente hablar de sus bondades que no denostarlos continuamente. Líderes como Pepe Mújica, ex presidente uruguayo y hombre admirado por la izquierda internacional, vendía su país como un lugar “decente” y muy serio para invertir, con una gran seguridad jurídica y ciudadana, unas autoridades que se respetan y en donde apenas existe la corrupción. Y además consideraba que los impuestos que pagaban los empresarios eran generadores de riqueza para el país.
Si vemos el Índice de facilidad para hacer negocios (reglamentaciones más favorables para los negocios) que publica el Banco Mundial *, el primer país de Latinoamérica que aparece es Chile en el puesto 59 y el segundo México en el puesto 60. Son datos del año 2019, es decir, prepandemia, lo cual nos anuncia que puedan haber empeorado debido a la pandemia donde se produjo una contracción económica severa. Estos datos nos anuncian que Latinoamérica tiene un exceso de regulaciones, como consecuencia de agendas populistas y populares que colocan barreras de entrada y obstáculos para favorecer la creación de empresas y por tanto de futuros ingresos por impuestos. Los empresarios no gustan.
Cuando escuchas las críticas que reciben los empresarios, obviando la función estructural que desempeñan, vía impuestos, en un Estado de bienestar como generadores de empleo y riqueza, puedes entender las agendas demagógicas que se utilizan en la actualidad, magnificadas en períodos electorales.
Pero la realidad es otra: cuando una persona decide iniciar una aventura empresarial, además de tener una idea o proyecto, debe asumir el riesgo de las posibles pérdidas, haber comprometido su patrimonio (arriesgándose a perderlo), y aportar ilimitadamente su esfuerzo y su trabajo (y con frecuencia, el de sus familiares). Con todo, solo un porcentaje moderado de las iniciativas empresariales tiene éxito y, con ello, la obtención de ese beneficio empresarial tan criticado por el populismo.