El militarismo mexicano de 1968 del siglo XXI

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francisco rodriguez

El 2 de octubre del 68 un grupo de élite del Ejército Mexicano terminó abruptamente con las manifestaciones de los jóvenes estudiantes de universidades públicas que demandaban diálogo y apertura del gobierno mexicano. Era la época de la censura y el acallamiento a través del uso institucional de la violencia. De hecho, el acallamiento es la manera preferida del gobierno para deshacerse del pensamiento y la palabra políticamente incorrectos. 

De Tlatelolco, el halconazo, las guerrillas en la sierra de Guerrero, los levantamientos de los 80 ś, las masacres indígenas de los 90’s, y la guerra contra la delincuencia de hace 18 años, sin olvidarnos de la preponderancia del Ejército en actividades vitales del país en los últimos 6 años, las fuerzas armadas se han convertido en el apéndice que sigue haciendo el trabajo sucio del gobierno, que a través de los años, sencillamente, se ha limitado a desaparecer todo aquello que sea diferente de la ideología y las posturas oficiales.

En el siglo pasado, la función del Ejército consistía en sembrar el miedo en los  grupos disidentes que simpatizaban con los postulados comunistas presentes en México desde los primeros años del siglo XX. De los 90ś para acá, al margen de cualquier ideología, la finalidad del acallamiento oficial era terminar con las protestas legítimas de los inconformes. Todo esto bajo el amparo del Ejecutivo Federal.

Con el tiempo, la sociedad y sus valores tienden a cambiar, de modo que del 2000 a la fecha, las funciones del Ejército ahora cuentan con la encomienda de combatir la inseguridad y el narcotráfico que tienen a México “con la bota en el cuello”.

Entre ideologías, combate a la delincuencia e inseguridad, el Ejército Mexcicano ha acumulado una lista interminable de delitos cometidos bajo el abrigo oficial. Pero, por lo menos desde 68, ningún miembro del Ejército Mexicano ha sido realmente sancionado por algún delito cometido con la autorización del oficialismo en turno. Y es que, al final de cuentas, todo se hace por cumplir órdenes.

En tiempos recientes, el Ejército cometió otro delito emblemático para México: la muerte de los 43 de Ayotzinapa. Todo mundo sabe ya que el autor de esa masacre también fue el Ejército. Pero como ha ocurrido en los últimos 56 años, tampoco habrá sanción para los autores de esa masacre.

Nuevamente las fuerzas armadas cuentan con el apoyo oficial para proteger la identidad de los culpables y las razones de fondo que motivaron la muerte de los 43, sencillamente, porque el Ejército resultaría gravemente involucrado. Hace unos días fue aprobada la reforma que otorga al Ejército Mexicano la dirección de la Guardia Nacional de tal suerte que será la primera institución la encargada de coordinar la seguridad pública de nuestro país. Situación que perpetúa las viejas prácticas del gobierno de confiar en el Ejército a pesar de las consecuencias que eso supone. No habrá cambio, ni sanción para el Ejército mientras el Ejecutivo no se desprenda de ese apéndice.