

Había planeado hacer un ritual desde ayer. Amanecí buscando el momento entre el desayuno con el marido y la hija, el corto aseo de la casa y una carga de lavadora. Me dije: me baño rápido y corro a armar un altar en el jardín cuando ¡zas!, en cuanto me cayó el agua de la regadera en la cabeza comencé a temblar. Era una exaltación que no me abandonó. Entonces brotó un agradecimiento incontenible y un deseo de perdonarme. Me perdoné por tantas cosas cuyo recuerdo me ha oprimido el pecho durante años. Luego dije adiós a esas maneras que he tenido de enfrentar mis miedos y ocultar mis vergüenzas, que ya quiero soltar. Tanto y tanto… el control, el juicio, la manipulación, la envidia, la agresión pasiva, y la lista seguía y seguía. Era tristeza al recordar, enojo, culpa…
Al final todo se resolvió en más agradecimiento ante la conciencia de que esta vida mía tan divertida, amable, interesante, llena de amor y a la vez tan salpicada de eventos que me han parecido profundamente dolorosos y, en su momento, invivibles, ha sido buena. Me di cuenta de que estaba clausurando comportamientos que ya no quiero repetir. Y no es que tenga la ingenua creencia de que jamás volveré a juzgar, a controlar o a manipular, pero ahora, cuando lo haga, será con plena conciencia de que lo estoy haciendo, lo cual provocará que sea cada vez menos hasta que, con suerte, y con mucha voluntad, esas proclividades pierdan su poder sobre mí. Un ejercicio, espero, de entrenamiento de mi mente. Era una muerte de aquella que he sido hasta ahora. Bajo la regadera.
Importaba hacerlo en estos días. Esta semana es histórica. Después de dos meses y medio, Marte se ha puesto directo, de modo que esa sensación que había de desgana, de desesperanza, de que nada se movía, cambia por otra de oportunidades que hay que agarrar al vuelo, de inicio de proyectos, de energía; hay una Luna nueva, lo cual indica un nuevo comienzo, la cuestión es que, como está en Piscis, es un nuevo comienzo para la humanidad; y por último, el día de hoy -y por eso no pude evitar escribir sobre esto- siete planetas de nuestro sistema solar se alinean (en realidad no lo hacen en el espacio, sino que su disposición orbital crea este efecto visual). Esto es importante, porque junto con la conjunción entre Saturno y Neptuno el 20 de marzo en el grado 0 de Aries, marca el verdadero inicio de la nueva era.
En estos momentos nos encontramos en una transición facilitada por la crisis del covid, que nos mostró durante tres años cuáles eran los fallos de nuestra organización social. Por qué era insostenible. Hablo de los sistemas financiero, educativo, político, médico, etcétera. En general los pilares de nuestra sociedad. La emergencia sanitaria los señaló. Ahora vemos cómo comienzan a desmoronarse.
La última vez que Saturno y Neptuno se encontraron fue en 1989 en Capricornio, cuando cayó el muro de Berlín y marcó el fin de la guerra fría. Cuando inició la Segunda Guerra Mundial, el 1 de septiembre de 1939, Saturno y Neptuno estaban en oposición.
A mayor escala, hoy sabemos que se está cerrando un ciclo de 13 000 años. En sus diálogos Timeo y Critias, Platón menciona que la Atlántida desapareció unos 9 000 años antes de su tiempo, es decir cerca del final de la Era de Leo. Estamos justo en el punto contrario. De entonces a la fecha ocurrió lo que llaman Kali Yuga, es decir una era oscura, también llamada la noche galáctica. Lo que se inaugura ahora es el día galáctico.
Y para tirar las estructuras que deben caer, qué mejor que un personaje como Donald Trump, que desde que subió al poder no ha hecho más que agitar el avispero. Justo hoy agredió a Zelenskyy en la encerrona que le tendieron en la Casa Blanca diciéndole que “jugaba con la Tercera Guerra Mundial”. Lo veo como esos villanos útiles para la humanidad. Como Judas. Sin él la Pasión de Cristo no se habría dado. Me parece que Trump podría tener la misión de provocar la caída que necesitamos de las estructuras sociales para que aparezca la organización de la nueva era.
Tercera Guerra Mundial estoy convencida de que no habrá. Por dos razones: la primera es que el día galáctico es una era de florecimiento y prosperidad; y la segunda que, como hemos escuchado en boca de grandes maestros, la Tierra preservará a la humanidad en su ascensión.
Así sea.