
Por: Miguel Basañez
La iniciativa impulsada por el gobierno capitalino plantea un cambio estructural para más de 6,000 empresas y abre camino hacia una industria baja en carbono.
La Ciudad de México se prepara para un giro significativo en su política ambiental. Con la implementación del nuevo impuesto verde propuesto por la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, se activa una estrategia fiscal dirigida a reducir las emisiones contaminantes generadas por el sector industrial. A partir de este año, las empresas que emitan más de una tonelada de dióxido de carbono al mes deberán cubrir este gravamen ecológico, cuyo propósito va más allá de la recaudación: busca transformar los modelos energéticos tradicionales.
Se estima que esta medida generará alrededor de 60 millones de pesos anuales, los cuales serán canalizados hacia proyectos de impacto ambiental directo, incluyendo movilidad sustentable (45%), gestión integral de residuos (30%), manejo eficiente del agua (15%), y protección animal (10%). El gobierno capitalino pretende, con esta inversión, atender los principales desafíos medioambientales de la ciudad y avanzar hacia una mayor resiliencia urbana.El impuesto afectará a cerca de 6,000 empresas que operan en la capital, muchas de las cuales pertenecen a sectores que, junto con el transporte, representan aproximadamente el 40% de la contaminación atmosférica, según datos del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC). Aunque la medida busca incentivar la adopción de tecnologías más limpias, también implica retos financieros y operativos para las compañías que deberán adaptarse a un nuevo marco de regulación ambiental.
Especialistas advierten que la transición hacia una industria más sostenible exigirá no solo inversiones en tecnologías limpias, sino también una planeación cuidadosa para evitar interrupciones en la productividad. Entre las alternativas disponibles, se mencionan la generación distribuida, el uso eficiente de la energía y la integración de sistemas de gestión ambiental que permitan optimizar recursos y reducir el impacto ecológico.Diversos actores del sector privado han señalado que este impuesto representa un punto de inflexión para la industria capitalina, marcando el inicio de una etapa en la que el cumplimiento ambiental será determinante para la competitividad empresarial. La necesidad de adoptar nuevas prácticas sostenibles podría convertirse en una ventaja estratégica para aquellas organizaciones que logren adaptarse con rapidez y visión de futuro.
Asimismo, se han comenzado a desarrollar iniciativas que fomentan la colaboración entre gobierno, academia e industria, con el objetivo de facilitar el acceso a tecnologías limpias y fortalecer capacidades para enfrentar los desafíos ambientales que plantea el contexto actual.En suma, el nuevo impuesto verde de la CDMX tiene el potencial de convertirse en un catalizador para la transformación energética del sector industrial, promoviendo una reconversión tecnológica necesaria para enfrentar la crisis climática urbana. Las empresas que se alineen a este cambio no solo cumplirán con la nueva normativa, sino que también podrán liderar la transición hacia un modelo de desarrollo más limpio, eficiente y sostenible.